El IPC medio en España podría cerrar el 2022 con un 8,9%, según los analistas de Funcas. Sin embargo, caería un 4,8% en 2023. En cualquier caso, los datos mantienen en vilo a vendedores y consumidores. Los primeros porque tienen que ajustar sus estrategias de venta, y los segundos porque se ven obligados a hacer recortes.
Según Digital Commerce 360º, las categorías que más inflación han experimentado en los últimos años son las muebles y artículos para el hogar, ordenadores, juguetes, artículos deportivos, libros, moda, joyería, electrodomésticos y herramientas. En algunas la diferencia ha sido significativa, como sucede en muebles y artículos para el hogar: subió un 13,1% en todos los canales de venta.
¿Los precios online suben menos que los offline?
Tendría sentido que los precios online subieran menos, porque el consumidor tiene más opciones de comparar y se acabarían registrando los precios más bajos. Pero Digital Commerce 360º cita un estudio de Alberto Cavallo, un profesor de Economía de la MIT que realizó un estudio en 2016: en los 10 países que estudió, los precios se mantenían igual online que offline en el 72% de los casos. Eso sí, cuando se registraban diferencias, los precios online eran con frecuencia más bajos que los offline.
Los precios más altos son los de pequeños negocios que no tienen opciones de competir contra gigantes como Amazon en ese aspecto. La mano de obra suele ser más cara que las operaciones online y, además, la fuente mencionada observa una tendencia en las tiendas físicas: poner precio a lo que supone ver, tocar y sentir el producto que se va a comprar.
La influencia del algoritmo
Aunque insistimos en que no habrá diferencias la mayoría de las veces, hay otro motivo que podría explicarlas. Los algoritmos permiten que los vendedores hagan un seguimientos a los competidores para ajustar los precios automáticamente, lo que puede influir. Así lo señala un estudio de Zach Brown y Alexander MacKay de The Brookings Institution, también citado por Digital Commerce 360º.
En ocasiones, los ajustes de precios en relación a los competidores pueden suponer aumentos de precios. Según los propios investigadores, los vendedores sin recursos para implementar algoritmos sofisticados podrían decidir no bajar los precios y sí vender al más rentable, que podría ser más alto.
Al margen de lo anterior, los precios online no podrían disminuir siempre más rápido que los offline, lo que también explica las escasas diferencias. Si los precios en la web fueran siempre más bajos, todos los consumidores cambiarían sus hábitos y obligarían a los vendedores offline a tomar medidas, lo que a largo plazo provocaría la situación contraria.